martes, 23 de septiembre de 2014

Ayer tenía sueños...

Ayer tenía sueños.

Iba a romper las cadenas, iba a robar tiempo.
Iba a tejer caminos.
Ayer soñaba vivir muchas vidas.

Iba a correr desnuda y valiente.
Iba a luchar por todo, iba a la batalla.
Ayer soñaba vivir muchas vidas.

Iba a subir al cielo y comerme las nubes.
Iba a ser perfecta y grandiosa.
Ayer soñaba vivir muchas vidas.

Iba a pintar el mundo de colores brillantes.
Iba a destrozar la soledad.
Ayer soñaba vivir muchas vidas.

Hoy duele vivir la única vida que tengo.
Ayer tenía sueños.
Hoy no queda nada de ellos. 

martes, 20 de mayo de 2014

La absurdidad

Absurdo, irreal, loco, inimaginable, ilógico, sin explicación, sarero. Soy yo. Realmente creo que vivo tanto en otro mundo que ya no reconozco éste, el de verdad. Y quizás es mejor así. Pero no por eso voy a dejar de ser absurda hasta la médula, perdida, sin explicación. Sara, Sarita, Sara. Mezcla explosiva. Sólo tengo el absurdo que aparece en cada esquina que giro, en cada vuelta que doy. Siempre está ahí. En cada mirada, palabra, gesto, momento, respuesta, actitud y reacción. Me hace hacer cosas absurdas, decir cosas absurdas, pensar cosas absurdas. La gente normalmente no me entiende, pero lo aclaro hoy: es el absurdo*, que me persigue. Se ha empeñado en convertir mi vida en un gran absurdo enorme, el más grande de la historia de la humanidad. Pues vale, te declaro la guerra, absurdo. Pero ¿para qué guerrear? Vivir como hasta ahora (absurdamente, sin entender nada) es lo mío. Está en mi idiosincrasia particular, pertenece a mi definición y eso, querida yo, no puede cambiarse. Has llegado hasta aquí con toda la absurdidad posible y... ¿qué? ¿Ha pasado algo tan terrible? ¿Acaso no has disfrutado de tu absurda vida? El absurdo me persigue, pero no molesta. Ya no sabría vivir de otra manera, es como una droga para mí. Soy una auténtica adicta de la absurdidad. Y orgullosa. O no. Qué más dará. Qué absurdo todo... y qué bien me lo paso. 


*Nota aclaratoria (absurda, por supuesto): para mi entender, absurdo es aquello que no tiene lógica, ni sentido, que ocurre sin más. Aquello que te quedas con cara de boba diciendo: ¿me puede repetir la pregunta...?

miércoles, 14 de mayo de 2014

Los días rojos

- ¿Conoce usted esos días en los que se ve todo de color rojo? 

- ¿Color rojo? Querrá decir negro. 


- No. Se puede tener un día negro porque una se engorda o porque ha llovido demasiado, estás triste y nada más. Pero los días rojos son terribles, de repente se tiene miedo y no se sabe por qué. Los días rojos son terribles, y en esos momentos lo único que me viene bien es ir a Tiffany's, porque nada malo me puede ocurrir allí.


Breakfast at Tiffany's



No soy más que otra Holly Golightly. 
Sólo hay que cambiar Nueva York por Barcelona, el maravilloso vestido negro por unos pitillos bien ajustados, y Tiffany's por cualquier FNAC. 
Y sí, los días rojos dan pavor. 

jueves, 24 de abril de 2014

Protagonista

No sabía que iba a pasar así, pero ya sabía desde pequeña que yo era protagonista de una película. Aunque suene a locura, yo sabía que mi vida iba a tener banda sonora, y planos generales, y primeros planos, y contrapicados. Yo vine al mundo sin pensar, pero, como contrapartida, me he pasado la vida pensando. Es imposible volver atrás, como en el cine. Dirás que en las películas se puede volver al momento del disparo, al de la persecución, al del beso, y es verdad. Pero en la vida también puedes volver a ese punto, aunque siempre será una imagen de lo que fue, como en la pantalla. Nada pasa dos veces igual, con la misma intensidad. La primera vez que [lo que sea] es la primera vez, tiene un poder especial que te llena y te vacía. Te llena porque emociona, porque estás vivo y lo notas. Pero te vacía porque ya ha pasado y no volverá. Yo he buscado sin parar sentirme viva. Y eso, en gran parte, arruinó mi vida. Eso, y esta relación amor odio que tengo con los recuerdos, siempre rebobino y nunca es igual, y ni siquiera sé por qué rebobino. Necesito sentir el presente, y, cuando no lo noto, porque no está aquí, vuelvo atrás. Sí, el presente puede no estar. Es como cuando pones la película en pausa y vas a hacer otras cosas. Pues igual el presente. Esos días que vives pero en los que no estás viva. Me despierto, me ducho, hablo con gente, como, camino, voy en bus, incluso es posible que sonría; pero no estoy viva. Ése día en el que no hay película. A veces me doy cuenta de que pierdo un tiempo valiosísimo. El tiempo, qué gran concepto, me obsesiona. No puedo dejar de pensar que el tiempo que pasa no vuelve, y que se acaba acabando, lección número uno del ser humano. Quiero hacer tantas cosas, vivir tantas vidas, que mi frustración sólo es comparable a todo ese tiempo perdido en pensar en él. Eso que dicen de vive el presente, es muy difícil. Todas las horas es imposible. Yo no vivo cada minuto, y considero que vivo la vida (generalmente, cuando no tengo un día horrible, un día en que no hay cámaras que graben ni música que suene). Vivo la vida como viene, sea bueno, malo o regular, y lo sé porque me comparo con otras personas, gente que veo en la calle, subir al metro, tomarse un café, y no saben lo que es vivir. Lo sé, lo veo. No son protagonistas. Están en blanco y negro, mudos, ciegos, sordos. Tienen sueños y dudas, y sufren y ríen. Como yo, dirás, pero no lo hacen como yo. No se han roto como yo, no han muerto y renacido mil veces, no son protagonistas de tantas y tantas películas. Protagonistas hay muy pocos. Quizás son mucho más felices que yo, eso no lo discuto, pero están en blanco y negro. Yo tengo mil colores. Y me encanta el hecho de estar viva. Me encanta pensar en las mil posibilidades que tiene mi vida. Cómo he llegado a ser así, no lo sé. Simplemente creo que nací para ser así. Estoy en el mundo para enseñarme a mí misma qué es estar en el mundo. Creo que el resto de gente debería ver lo mismo que veo yo, pero quizás la gracia está en que no lo vean. Soy la protagonista. Cuando me muevo, se mueve la cámara. 

Ya lo dijo William Shakespeare, el mundo es un escenario, y todos los hombres y mujeres son meros actores. Lo que él no decía es que no sabemos el texto, ni el argumento, ni la escena que sigue a ésta. Sólo sabemos que de nuestra actuación depende el éxito. 

martes, 21 de enero de 2014

Una noche cualquiera

Una noche. Una calle. Farolas de ténue luz naranja. Sólo el ruido de algún coche. Nadie a la vista. Besos furtivos de una noche. No se sabe cómo pero no se olvidan jamás. Y son tan efímeros que parece imposible que se graben tan profundamente. 
Si ya no saben nada uno del otro. Amantes lejanos. Pero siempre presentes. Otros los toman y los dejan, pero aquellos besos robados permanecen. Sin pena ni gloria, simplemente están. Ella lo olvida todo bailando entre árboles bajo los tenues rayos del sol del atardecer. Y él, mientras, está olvidando sentado frente al mar observando el oleaje hipnotizador. Sus vidas siguen sin inmutarse, continúan como es irremediable. Pero por un segundo, un solo instante, una mirada desconocida les hace recordar aquellos tiempos en que no se sentían tan miserablemente solos. Aquel tiempo en el que se tenían a ellos, aquellos días en los que había alguien en quien pensar. ¿Y si el amor no existe y tan sólo es el escudo para protegerse de la soledad? Tantas veces se han repetido esa pregunta que ya no saben la respuesta, han perdido el significado las palabras y tan sólo son letras que no dicen nada. Ya no buscan esa emoción única e imposible, están hastiados de realidad. Y de soledad. Ella sueña con dejar atrás sus problemas y ansía la libertad. Él vive esperanzado con el momento de dejar de temer a la muerte. Sus vidas son extrañas y muy diferentes. No han vuelto a verse, no han sabido nada del otro. Y se han guardado un luto innecesario y simbólico que los ha reconfortado. Ella olvidó a todos sus amantes al acabar su historia. Él también. No pueden recordar el color de los ojos del otro, ni si eran más o menos altos o el tono de sus voces. En cambio, se les aparece vívido el tacto de sus cuerpos, tibios y frágiles, el olor de sus ropas, el estremecimiento cuando se rozaban sus manos. ¿Cómo es posible? Lo que no recuerdan, lo inventan. Siempre que se sienten solos vuelven a aquella noche de besos furtivos. Dos vidas marcadas por una relación de cinco días y seis noches. Parece mentira. Los dos siguieron su camino, que sólo se cruzó una vez. Todo queda en el olvido. Todo menos los momentos en los que uno se siente absolutamente vivo. Y ellos dos compartieron uno de esos momentos, lo guardan como un tesoro en el trasfondo de su memoria. Allí está siempre aquel recuerdo de que un día vibraron, lloraron y rieron sinceramente, compartiendo el silencio. Sintiéndose perfectos. 

jueves, 12 de diciembre de 2013

yo

Soy un juguete del ego,
soy la marioneta del destino,
soy una ceniza del fuego,
soy la piedra en el camino.

Soy carne viva en mi mundo,
aquí, material moribundo.

Sara P.G.



Una obra mía bastante antigua. 
Por cierto, no soy pedante. Explicación: al decir que escribes poesía y tal, a la gente sueles parecerle un pedante de los gordos; un supergafapasta que, más que inteligente, quiere dárselas de gilipollas. No es mi caso. Evidentemente, como ya estaréis diciendo algunos. Yo sólo me las doy de absurda, no osaría a dármelas de nada más. Por favor. 
Como nota a pie de página pero aquí en medio diré que las musas me abandonaron hace tiempo y ya no escribo poesía. Pero siempre nos quedará París. 

La escribí hace años, pero sigue siendo muy real hoy en día. Es lo bueno de la poesía, nunca pasa de moda. Te saca lo más profundo y eso, por supuesto, no cambia. 
Aún hoy me parece la mejor de todas las que he escrito. 

Perder el tiempo.

"Esa engañosa palabra mañana, mañana, mañana, nos va llevando por días al sepulcro, y la falaz lumbre del ayer ilumina al necio hasta que cae en la fosa."
Macbeth.


Voy a hablar sobre el tiempo y la vida, topicazos donde los haya, sí. Y lo declaro así porque no voy a revelar ningún secreto trascendental y místico, para qué engañarnos, pero el tiempo es una tema importante para mí, me inquieta y me fascina a partes iguales. Y me hace reflexionar mucho. Muchísimo. 

Sólo tenemos una vida, lo mínimo que podemos hacer es aprovecharla. Sólo se vive una vez. Lo sabemos, lo oímos hasta que las palabras pierden su intención y son sólo letras. Carpe diem, vive el momento. Pero ¿qué significado oculto tienen esas palabras? ¿Somos capaces de vivir cada día como si no existiera el mañana? ¿Somos capaces de aprovechar nuestro tiempo, de exprimir las horas, los minutos, los segundos?
Nos acecha constantemente el fantasma del pasado. Nos quedamos encallados en alguna historia melancólica, en un desengaño o en una gran desilusión. Y nos cuesta recuperarnos, por lo que sentimos que “malgastamos” el único recurso que tenemos asegurado: el tiempo. También derrochamos otra buena parte de nuestra vida pensando en el futuro, organizando e imaginando cómo queremos ser y dónde esperamos estar dentro de una semana, tres meses, diez años.
La vida se basa principalmente en tiempo, es su ingrediente fundamental. Sin tiempo no existiría la vida. Parece sensato pensar que lo único de lo que disponemos irremisiblemente es del día de hoy, el resto del tiempo es una posibilidad pero no una certeza. Ésa es la auténtica realidad. Es cierto que no podemos controlar nuestra mente, por lo menos no tanto como quisiéramos, y es inevitable hacer planes cuando estamos felices y nos sentimos seguros. Tampoco podemos (ni creo que debamos) olvidar nuestro pasado, ya que es lo que nos hace ser como somos y nos guía hacia cómo queremos ser y dónde aspiramos llegar.
Pero minimizando estos dos aspectos inapelables, yo decido que la sencilla frase “el presente es nuestro” sea real, que cobre un significado más contundente, más palpable. Que no se quede en la metafísica y los libros de autoayuda. Si sólo dispongo de tiempo, decidir qué hacer con él es mi obligación primordial. Si ni siquiera soy capaz de hacer eso por mí, ¿qué estoy haciendo aquí? ¿Perder el tiempo? 
Viéndolo así, creo que yo misma debo regalarme todo cuanto quepa en mi vida. 
Cuando pregunto si somos capaces de vivir el presente en realidad lo que quiero saber es si soy capaz de vivir así. Quiero hacer tantas cosas, vivir tantas vidas, que no me llega el tiempo. Y así nunca estaré satisfecha, siempre querré algo más. Más, más, más. Siempre querré ganarle la carrera al tiempo. Y es una carrera perdida de antemano, lo sé. El tiempo no espera a nadie, ni se retrasa ni corre, tan sólo va pasando. Nadie tiene poder para doblegar el tiempo a sus necesidades. Pero podemos decidir llenarlo de experiencias, o simplemente dejarlo pasar.


miércoles, 11 de diciembre de 2013

No me he muerto. Gracias.

Tengo esto muy abandonado. Qué lástima. No es que haya estado muy ocupada ni que me haya atropellado un autobús, ni que me haya tocado la lotería y mi vida haya dado un giro de 180 grados (jaaaajajaja... en fin). Quería disculparme si es que tengo algún tipo de fan que lee estas memeces. Que no es el caso, ya. Bueno, os deleito con otra reflexión muy mía de cómo veo la vida y tal. 

Todos tenemos dentro un diablo, un Satanás que nos enciende y al que le gusta hacer travesuras. Sin embargo, nuestra conciencia nos dice lo que está mal y lo que está bien. Y encima, la muy cabrona nos hace sentir culpabilidad cuando juzga que algo no es del todo correcto. La libertad de acción de ese demonio interior se ve siempre reducida, y eso cabrea más al pequeño Satán. Los juicios de valor que hace nuestra conciencia son emocionales, los controlamos a medias y los sufrimos al 100%. Pero el mini demonio no entiende de juicios ni de sentimientos. Hace y deshace; si te gusta bien, y si no, dos piedras, amigo. 
Algunas personas carecen de eso que llamamos conciencia, o, si no carecen de ella, la tienen secuestrada y amordazada en un zulo cerebral. El demonio que llevan dentro esas personitas campa a sus anchas en sus cabezas y domina sus acciones, de manera que, al no sentirse nunca culpables, no tienen juicio. No pueden saber si hacen el bien o el mal. Quien tiene que decírselo "no está disponible en este momento, inténtelo más tarde". Esas personas, llamémoslas Belcebús, esos Belcebús repartidos por el mundo hacen daño y no lo remediarán nunca, porque sus conciencias, si es que existen, no tienen voz ni voto. 
Los seres humanos no dejan nunca de sorprenderme, cuando crees que los conoces, te sorprenden de manera estrepitosa y caótica. No aceptamos los cambios muy bien, las personas. Así que nos pasamos la vida flipando en colores, que tiene su lado divertido, no digo que no, pero otras veces flipar tanto es desesperante, frustrante y dramático.


miércoles, 3 de abril de 2013

Y así será

¿Quién sabe cuánto vale un beso? 
No podríamos ponerle precio a algo tan preciado y sentido como un beso, algo tan superior, etéreo, delicado, incluso místico. Un beso de colores que pinta por dentro. Un beso mágico que cura enfermedades de tristeza. Un beso batallador que golpea fuertemente. Un beso tierno que conmueve el alma. Un beso asesino que quita la respiración y paraliza el mundo. Un beso doloroso de despedida. Un primer beso tanteador. Un beso de aire y arena, de fuego y de tierra, de mar. Un beso con alas gigantes. Un beso de película. Un beso casto. Un beso soñador, un beso apremiante, un beso destructor. 
Podría pasarme la tarde describiendo besos, pero no me alcanzaría el espacio para incluirlos todos. ¿Cuánto vale un beso? 
Es incalculable cuánto vale. Es ridículo cuánto vale. 
Cada uno de nosotros atesora un beso en su memoria. Lo que vale ese beso es lo que vibra el corazón al recordarlo. 

jueves, 7 de marzo de 2013

(Corta) reflexión de hoy

Días grises. Días radiantes. 
Días gloriosos. Días oscuros. 
Días lluviosos. Días de sol. 
La diferencia es lo que haces con ellos, ellos son siempre los mismos. 
Pero tú no. 




Cementerio en mis zapatos

... y corro el velo que todo lo olvida.